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José María Ibáñez.

viernes, 15 de abril de 2011

JUANA DE ARCO: LA DONCELLA DE ORLEANS

JOSÉ MARÍA IBÁÑEZ

Cada vez con más frecuencia los investigadores independientes del devenir histórico nos hacemos las mismas preguntas ¿Nos cuentan toda la verdad los manuales de historia? ¿Algún día tendremos que reescribir nuestro pasado para entender nuestro presente y así caminar más ligeros de equipaje hacia nuestro futuro? Respuestas: No y Si, respectivamente.


Hoy nos visita la Doncella de Orleans. Conocida históricamente como Juana de Arco (Jeanne D´Arc, en francés), cuya vida y milagros, sin duda, forman parte de uno de los capítulos más oscuros de nuestra historia. Para empezar, y ahí radica nuestra anterior afirmación de capítulo oscuro, toda la información oficial que ha llegado hasta nosotros sobre el personaje en cuestión, forma parte de las transcripciones de las actas de confesión que Juana concedió ante las torturas inquisitoriales de la época. Según estas, Juana se hizo llamar en todo momento Juana la Doncella aunque, “en mi pueblo se me llamaba Jehannette y fuera de él Jehanne”. Sobre sus orígenes comentó “He nacido en la villa de Domrémy en 1412. Mi padre se llama Jacques Darc y mi madre Isabelle Romée”. Cuando los inquisidores se interesaron por su edad la Pucelle contestó: “Alrededor de diecinueve años, creo”.


Sea como fuere, según los cronistas, en 1429, los habitantes de la localidad de Chinon observaron sorprendidos la llegada de una doncella de apenas diecisiete años, con la exigencia de entrevistarse con el delfín de Francia. Aseguraba ser la enviada de Dios para derrotar a las tropas inglesas que acampaban cerca de Orleáns y colocarlo a él en el trono francés. Aunque la mayoría pensaba que la joven estaba loca, consciente de los peligros que había eludido durante el viaje, él decidió ponerla a prueba. El delfín hizo sentar a uno de sus pajes en el trono y él se vistió con sus ropas, pero la muchacha lo reconoció y el delfín acabo creyéndola.


Pero ahora viene la parte más interesante. En un artículo divulgado por la publicación francesa Le Charivari (Les bergers D´Arcadie), y firmado por Myriam, leemos: “Si el rey Carlos VII, al entrar Juana de Arco en la sala grande de su castillo de Chinon, se escondió entre sus cortesanos, no fue porque quisiera gastar una broma frívola --¿Qué gracia habría en ello? --, sino porque ya sabía de quién era ella embajadora. Y que ante ella era poco más que un cortesano entre los otros. El secreto que ella le reveló en privado lo contenían estas palabras: Señor, vengo en nombre del Rey”. 


¿A qué Rey se refiere Myriam? Lo que no nos cuentan los libros de historia es del personaje que también acompañó a Juana en sus aventuras: René D´Anjou. Se sabe que René estaba en la ciudad cuando Juana llegó. Y, al preguntarle el duque de Lorena (suegro de René) que era lo que deseaba, ella le respondió “Tu hijo, un caballo y algunos hombres de confianza que me lleven al interior de Francia”. Curiosamente, según la lista de Grandes Maestres del Priorato de Sión publicada en los Dossiers Secrets, en aquella época el título lo ostentaba el propio René D´Anjou. Este enigmático personaje, era un gran estudioso de las tradiciones esotéricas y ocultistas y en su corte había un astrólogo, médico y cabalista judío que respondía al nombre de Jean de Saint-Remy. Según parece, Jean de Saint-Remy era, nada más y nada menos que el abuelo de Michel de Notre-Dame (Nostradamus), el famoso profeta del siglo XVI. Según varios autores los miembros del Priorato de Sión (Notre-Dame de Sión), serían los custodios de la verdadera identidad del denominado Gran Monarca (¿El Rey a que hace referencia Myriam?). De todas formas se dice que René D´Anjou poseía una copa en cuyo borde rezaba una misteriosa inscripción: “Aquel que beba bien verá a Dios. Aquel que beba de un solo trago verá a Dios y a la Magdalena”.
Et In Arcadia Ego.


A VECES LA VERDAD... 
El futuro rey de Francia acabó creyendo las profecías de la Doncella de Orleáns y ordenó a Gilles de Rais que la acompañara y la protegiera. Gilles, luchó codo con codo con Juana de Arco, dando muestras de inconmensurable valor, derrotando a los ingleses y convirtiendo a ambos en héroes nacionales. El día de la coronación de Carlos VII a Gilles de Rais le fue concedido el honor de ser el depositario del óleo sagrado con el que el rey fue ungido, y una vez coronado el nuevo monarca, fue nombrado Mariscal de Francia y le fue permitido incluir la Flor de Lis en su escudo de armas.
Cuando Gilles de Rais se enteró del proceso inquisitorial contra su protegida y compañera de armas, planeó y ejecutó un ataque acompañado por un contingente de mercenarios para rescatarla. Por desgracia llegó tarde y solo pudo contemplar las cenizas de la Doncella de Orleáns.
El 13 de septiembre de 1440, Gilles de Rais, fue arrestado y acusado de la muerte de entre 140 y 200 niños en el transcurso de ritos satánicos. El 26 de octubre del mismo año fue ejecutado en compañía de dos de sus caballeros.
Pero, según nos relata Salomón Reinach, en su obra de 1912 “Cultos, Mitos y Religiones”, no existió ninguna víctima y todo se debió a un complot muy bien urdido por parte de la iglesia y la nobleza. Curiosamente, todos sus bienes fueron confiscados en beneficio del Duque de Bretaña y de la Iglesia.     

1 comentario:

  1. hasta la fecha flos enbargos los hacen el gobierno y la iglesia por abajo d e la mesa

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