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SEPARA LA REALIDAD DE LA FANTASÍA.
José María Ibáñez.

viernes, 16 de noviembre de 2012

LA DAMA BLANCA DE LA ABADÍA DE MORTEMER

JOSÉ MARÍA IBÁÑEZ

Restos de la abadía de Mortemer
(Foto: centraldereservas.com)
Dicen los entendidos que la historia de Normandía ha sido, en cierto modo, la historia de sus abadías. La historia de una época que supuso un impulso económico y cultural muy importante para la región, alcanzando su mayor auge gracias a la instauración de distintas ordenes religiosas, verdaderas depositarias de los más amplios conocimientos, la mayoría de ellos velados al común de los mortales. Muchos enclaves diseminados a lo largo y ancho de nuestro mundo custodian oscuros secretos, tesoros ocultos, y permanecen envueltos por un aura enigmática y misteriosa. Hoy viajaremos a Normandía para transitar por la historia y las leyendas de la abadía de Mortemer.

BREVE HISTORIA DEL ENCLAVE
Los restos de lo que antaño fue la maravillosa abadía de Mortemer se sitúan en la Alta Normandía. Construida en pleno siglo XII por Enrique I, hijo de Guillermo el Conquistador en las posesiones donadas a la Orden Cisterciense. Con el paso inexorable del tiempo la abadía acabó cayendo en el más absoluto de los abandonos, hasta que fue reconstruida en el siglo XVII. Un año después de finalizada la Revolución Francesa tan solo quedaban cinco monjes en el enclave cisterciense. La abadía permaneció habitada hasta el año 1965, cuando su último inquilino huyó aterrorizado para no regresar jamás.

Uno de los sucesos misteriosos que transitan por el lugar se remontan precisamente a la época de la Revolución Francesa. En plena contienda un grupo de revolucionarios persiguieron a cuatro de los monjes cistercienses que habitaban el lugar, alcanzándolos en los sótanos de la abadía, donde fueron ejecutados sin piedad. Desde aquel fatídico día, los espíritus de aquellos cuatro monjes recorren el mismo camino desde el palomar hasta los sótanos; la misma ruta que recorrieron los ajusticiados huyendo de una muerte anunciada.

LA DAMA BLANCA
Decíamos anteriormente que el último ocupante de la abadía huyó despavorido en el año 1965. Según reflejan las crónicas de antaño, habitualmente el postrero residente estaba ya más que acostumbrado a pasar las noches rodeado de extraños ruidos, caídas de objetos, extrañas respiraciones, pasos por los pasillos... Pero en la noche de autos los fenómenos extraños se produjeron por toda la abadía, principalmente en una de las habitaciones desocupadas, donde descubrió unas extrañas pisadas sobre el polvoriento suelo. Los extraños y escalofriantes ruidos provenían de la "habitación rosa", que antaño había ocupado Matilde, una importante dama de la nobleza.  

Matilde se casó muy joven, a la edad de seis años, con un noble germano  fallecido cuando ella contaba con veinte años de edad. Debido a la conducta un tanto ligera de la dama después de quedarse viuda, su padre la enclaustró en la abadía. Tras la muerte de Matilde, dice la leyenda, su espectro campa a sus anchas por los alrededores de la abadía, sobretodo, las noches de Luna llena, flotando a varios metros del suelo.

La leyenda también apunta que si el espectro se aparece con guantes negros, es el presagio de una muerte inminente pero, contrariamente, si se aparece con guantes de color blanco, es el anuncio de una boda o nacimiento inminentes.

Finalizaremos nuestro recorrido por la ruinosa abadía de Mortemer con una leyenda que nos remite a la Segunda Guerra Mundial. Durante la ocupación alemana un monje ayudó a un paracaidista aliado que andaba perdido por la zona, a localizar la granja donde se escondían los miembros de la resistencia. Cuando habló del suceso con los partisanos, éstos se quedaron horrorizados. Y es que allí no habitaba ningún monje desde los tiempos de la Revolución Francesa.

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