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José María Ibáñez.

viernes, 15 de noviembre de 2013

LA ENIGMÁTICA MUERTE DE UN VIRREY

JOSEP MARÍA OSMA BOSCH

Durante la primera mitad del siglo XVII, Mallorca estaba inmersa en un cáos de orden público; por una parte estaba la guerra abierta desde finales del siglo XV que protagonizaban los Canamunts y Canavalls, clanes poderosos familiares nobiliarios, y por otro lado estaba el terror impuesto por el bandolerismo escenificado por los bandejats, personas que únicamente se dedicaban a sustraer lo ajeno y los bandolers, que a diferencia de los anteriores, eran los realizadores de delitos comunes, asaltantes de caminos y propiedades urbanas y rurales, violadores de mujeres, llegando incluso al asesinato, a veces contratado por esas familias nobiliarias que se mataban entre ellos, como los casos, y sirva de botón de muestra, las muertes en el 1615 de Arnau de Santacilia en la possesió de Alfabia y la del Magistrado de la Real Audiencia Jaume Joan de Berga perpetrado en el 1619.

(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
A pesar del gran denuedo puesto por el poder legal, en este caso la Justicia y el virrey, a veces la lucha contra esas personas fuera de la Ley hacia imposible su represión, aunque en alguna ocasión daba fruto el trabajo, como la gran batida del año 1666 organizada por el virrey Rodrigo de Borja y LLansol, y en colaboración del pueblo llano y la Iglesia, en la que fueron abatidos muchos bandolers, y capturado un centenar: 73 de la parte de los Canamunts y 27 pertenecientes a los Canavalls, entre ellos el famoso Moyana, natural de Montuïri y autor de más de dos docenas de asesinatos.

El 22 de octubre de 1644, un nuevo virrey, designado por el propio rey Felipe IV, llegaba a Ciutat de Mallorca; se trataba de José Pérez de Pomar y Torres de Mendoza, noble aragonés con fama de hombre enérgico y de mano dura. Al maño le acompañaban dos personas: su joven esposa, Teresa María Gómez de Sanabria y de Ponce de León, futura co fundadora en el año 1662, del convento, en Ciutat, de las Capuchinas de la Purísima Concepción; y del procurador real Miquel Sureda i Vivot. A bordo de un carruaje, y escoltado por tropa armada, tras recorrer algunas calles de la ciudad, prestaba juramento de su nuevo cargo en la Seu.

El nuevo virrey pronto se puso manos a la obra para el cargo que se le había encomendado. Él mismo sacó de un navío a un bandoler, violador de mujeres, que intentaba escaquearse junto a otros indultados, dándole horca; a otro forajido, Pere Venteyol, lo extrajo, a pesar del asilo eclesiástico de la iglesia de els Dolors de Manacor, y tras darle muerte a garrote vil lo devolvió al templo; este atrevimiento le valió ser mal visto por la vicaria general y excomulgado por el obispo Tomás de Rocamora; para su perdón, el virrey tuvo que abonar 400 lliures mallorquines y una lámpara de plata, más una manda pía a la viuda del malhechor para sufragio de misas por su alma.

Al anochecer del 20 de julio de 1645, nuestro aguerrido virrey, con una fuerte escolta y acompañado por magistrados, estando en persecución de unos bandolers por un camino de ronda alto de la muralla, entre la Porta Pintada (actual Plaza de España)y el baluarte de Sanoguera (frente al convento de Capuchinos),y según versión oficial, se le desbocó el caballo precipitándose los dos al foso de la fortificación defensiva; el equino falleció al momento y tres días más tarde lo hacía el virrey.

(Foto: Archivo Josep María Osma Bosch)
Otras versiones del suceso, en boca de la Vox populi, dicen que al caballo se espantó con una sombra proyectada por la luna; otra que José Pérez de Pomar... sufrió un atentado al ponerle azogue en las orejas de su caballo, y la más popularizada, es la que el virrey, amparándose en la noche, salió a escondidas a un encuentro amoroso por la possesió (predio) de la Vinyassa (actual calle homónima).

Las horas transcurridas del virrey luchando contra la muerte, en todos los templos de la ciudad se ejercían rogativas para su sanación; incluso se tiene constancia que más de mil mujeres, algunas auto disciplinándose, posesionaron por las calles de Ciutat; presidía la manifestación la milagrosa imagen de la Santa Faz, cuya custodia se halla en el monasterio de las Madres Agustinas del Amparo, en la palmesana calle de la Concepció.

Hoy en día, en la esquina de la avenida Alexandre Rosselló, con la calle Gilabert de Centelles, hay una cruz de piedra, aunque algo desplazada del lugar exacto del suceso, y en cuya inscripción nos recuerda la enigmática muerte del virrey:

MURIO DE AQUÍ DES
PEÑADO A CAVALLO
D. IUSEPE DE TORRES
VIREY. AÑO 1645.





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